Se rasgo las muñecas por última vez, esta sería su despedida. Temió no haberlo hecho lo suficientemente profundo. Gritó.
Perdón señora, otro grito, perdón madre mía, un gato aullando... tu! espero que te pudras en el infierno, está loca, desquiciada!, una jeringa cayendo, sedante por el piso, puro y cristalino.
Mi vida!, alcanzó a oír antes de despedirse de este mundo. Mi vida no lo hagas, alguien deténgala!. Golpes a la puerta, un reflejo en el espejo, una vida se extinguía.
Golpe seco en el piso.Habrán la puerta, hagan algo, no se queden ahí parados, aún respira, inyectenle algo que la reanime, gritos de mujer, gritos de hombres, todo se mesclaba en el luto de ese hogar, ahora casa, que le daba la despedida, a ese ángel.
Tenía 16 años cuando todo sucedió y lo recuerdo con perfecta claridad. No sé quien era en ese entonces, y no lo sé ahora. Pero todo ocurrió a la luz de mis ojos, y a la oscuridad de mi ser.