Tomé una tijera, y le miré... hermoso.
Le recorté, la mano me tiritaba... no quería hacerle daño, no quería pasar por arriba de los límites...
Creí que el miedo me vencería, que me acobardaría de nuevo. Y fue verdad, me atemorizé... lo guardé en mi cajón... Nunca más le volví a sacar.